La Gran Erupción del Volcán Cosigüina: Historia, Impacto y Legado

 

Carlos F Fàbregas 

En septiembre de 2023, emprendí un viaje junto a varios amigos al departamento de Chinandega para ascender el volcán Cosigüina. Este imponente volcán, considerado extinto desde hace casi dos siglos, se localiza en el extremo noroeste de Nicaragua, sobre la península de Cosigüina. Actualmente, el volcán se eleva a 859 metros sobre el nivel del mar y, en su centro, alberga un cráter de 2,500 metros de diámetro y 700 metros de profundidad, con una laguna en su interior que refleja la transformación sufrida tras su gran erupción.

Antiguamente conocido como Jilotepe, que en náhuatl significa "cerro de los chilotes", el nombre Cosigüina tiene raíces en la lengua maya-matagalpa: “cozil” (guardián) y “güina” (pueblo), lo que resalta su posición estratégica en la península. El volcán forma parte de la Cordillera de Los Maribios, en una península que se extiende entre el Océano Pacífico y el Golfo de Fonseca. La gran erupción de 1835 modificó notablemente su forma, dándole el aspecto actual de cono truncado, ampliando el cráter y propiciando la formación de la laguna con el tiempo.

El evento eruptivo ocurrido el 20 de enero de 1835 está ampliamente documentado y es reconocido como uno de los episodios volcánicos más impresionantes y devastadores de la historia de Centroamérica y del mundo. La erupción duró tres días, expulsando enormes volúmenes de rocas, cenizas y gases. Parte del cráter se desmoronó, dando origen a islotes en el Golfo de Fonseca. Las cenizas se dispersaron hasta 1,400 kilómetros, alcanzando lugares tan distantes como Jamaica y la Ciudad de México. La nube volcánica oscureció el cielo en un radio de 150 kilómetros y la explosión se escuchó a más de 1,600 kilómetros, provocando temblores en Nicaragua, Honduras y El Salvador.

El entorno y la biodiversidad local se vieron profundamente alterados. El cráter, al llenarse de agua, originó una laguna de aproximadamente 1.5 km², hábitat actual de peces, tortugas, cocodrilos y aves. Además, el Cosigüina sirve de refugio para mamíferos como monos, venados, coyotes y armadillos. En la actualidad, el volcán es una reserva natural protegida y un santuario de vida silvestre.

CONTEXTO POLÍTICO Y SOCIAL EN 1835

En 1835, Nicaragua vivía una etapa de marcada inestabilidad política y social, consecuencia de la reciente independencia centroamericana y de la paulatina disolución de la Federación Centroamericana. Nicaragua, junto a Guatemala, El Salvador, Honduras y Costa Rica, se había independizado de España en 1821 e integrado a la Federación de Provincias Unidas de Centroamérica (1823-1838). Sin embargo, la federación estaba profundamente dividida entre liberales, que defendían un gobierno centralizado y secular con reformas económicas, y conservadores, que mantenían la preeminencia de la Iglesia y de las élites, además de un sistema descentralizado.

Para 1835, la federación se encontraba debilitada por tensiones internas y luchas de poder. En Nicaragua, las élites de León (liberales) y Granada (conservadores) protagonizaban constantes enfrentamientos políticos. Desde 1834, José Núñez ocupaba el cargo de jefe Supremo del Estado de Nicaragua, intentando estabilizar el país en medio de una profunda crisis. Su gobierno enfrentó los desafíos derivados tanto de la debilidad federal como de las rivalidades internas, contexto que amplificó el impacto social y político de la erupción, convirtiéndola en símbolo de los desafíos naturales y humanos de la nación naciente.

RELATOS Y TESTIMONIOS HISTÓRICOS

El 20 de enero de 1835, a las seis de la mañana, la ciudad de León fue testigo de la formidable erupción del Cosigüina, a unos 96 kilómetros en línea recta. Testimonios de la época narran la aparición de gigantescas nubes de humo, primero intermitentes y luego persistentes, acompañadas de relámpagos y esferas incandescentes. El fenómeno se manifestó con estruendos y temblores, generando inquietud y temor. En los días siguientes, la actividad se intensificó y el cielo se oscureció bajo densas columnas de ceniza. En León, Granada y localidades cercanas como Chichigalpa, Chinandega, Realejo y El Viejo, la caída de ceniza vino acompañada de arena del tamaño de granos de arroz y descargas eléctricas. En Segovia y Matagalpa, la oscuridad duró hasta treinta y seis horas, con tormentas eléctricas prolongadas.

Relatos como los de Juan Galindo describen estruendos en Masaya y una hoja de fuego en el cielo, mientras que en Somotillo y Villanueva la ceniza amenazó los pastizales, aunque las lluvias posteriores permitieron su recuperación. La población, presa del pánico, acudió a templos y las autoridades intentaron calmar la situación con cañonazos y campanas. A pesar de la magnitud del evento, no se reportaron pérdidas humanas directas, aunque sí daños en el ganado y cambios en la fertilidad del suelo, que a largo plazo resultaron beneficiosos.

En El Salvador, se describieron cuarenta y tres horas de penumbra, huidas masivas y enfermedades en aves y ganado. En islas y zonas cercanas, se perdieron ranchos y fauna. Una comisión enviada en febrero confirmó la persistencia de humo, bosques destruidos y alteraciones hidrográficas, como nuevos islotes y ríos obstruidos. Charles Darwin, en 1860, destacó la coincidencia de la erupción con otras en Chile y sugirió posibles conexiones subterráneas. El suceso fue difundido internacionalmente, llegando a periódicos como el Rutland Weekly Herald.

En Nicaragua, a menudo olvidamos que habitamos una región con una de las mayores concentraciones de volcanes activos y extintos del mundo, lo que nos recuerda constantemente la fuerza geológica que moldea nuestra historia y paisaje. Desde el Cosigüina y hacia el sur, se extiende una impresionante cadena volcánica: El Chonco, San Cristóbal, Casita, Telica, San Jacinto, Santa Clara, Rota, Cerro Negro, Las Pilas, El Hoyo, Momotombo, Momotombito, Apoyeque, Masaya, Laguna de Apoyo, Mombacho, Zapatera, Concepción y Maderas, sin olvidar las lagunas de origen volcánico en Managua como Tiscapa, Nejapa y Asososca.

Mi viaje al Cosigüina, realizado hace dos años, no solo me permitió contemplar la majestuosidad de su cráter y laguna, sino que también me llevó a reflexionar sobre el impacto relativamente limitado que tuvo su histórica erupción en vidas humanas, gracias a la baja densidad poblacional de aquel entonces. Hoy, convertido en reserva natural, el volcán representa no solo la capacidad de regeneración de la naturaleza, sino también la posibilidad de una convivencia respetuosa y armónica con ella. En un país marcado por gigantes dormidos, es esencial reconocer tanto su belleza como sus riesgos, y fomentar una cultura de conservación que trascienda generaciones. Aunque no podemos detener los eventos naturales, sí podemos prepararnos con acciones preventivas que protejan nuestras vidas y nuestros bienes.

Fuentes:

  1. De la Quadra, D. (1835, enero 31). Carta
  2.  Galindo, J. (1835). The Journal of the Royal Geographical Society of London. Vol. 5, pp. 387-392.
  3.  Incer, J. Nicaragua: Viajes Rutas y Encuentros 1502-1838. Cosigüina: Un ensayo del juicio final, página 563
  4.  Wheelock R, J. (2000). Desastres Naturales en Nicaragua, Guías para prevenirlos.

Comentarios

  1. La lectura fluye suavemente sobre su agradable redacción. El contenido es breve y compacto aunque altamente denso en información histórica, geográfica, sociológica, política, zoológica, científica y geológica volcánica.

    Deja un picor en el intelecto que invita a profundizar más acerca de los detalles navegados en el relato y una sabrosa sensación en el pecho al haber recibido valiosa información patria

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