Carlos F Fàbregas
Acabo de terminar de leer el
libro titulado El mapa de un nuevo mundo, escrito por Luis Zueco,
lectura que trajo a mi memoria la historia sobre los cuatro viajes de Cristóbal
Colón que estudiamos en el colegio. Esta inquietud se intensificó especialmente
porque, en el mes de marzo de este año, visité Corn Island en compañía de mis
amigos de viaje, lo que me motivó a escribir este artículo.
Entre los numerosos
descubrimientos realizados por Cristóbal Colón durante sus cuatro viajes a
América, existe un episodio poco conocido que vincula al célebre navegante con
Corn Island. Durante su cuarto y último viaje, Colón no solo exploró las costas
de Nicaragua, sino que también descubrió y bautizó lo que hoy conocemos como
las Islas del Maíz o Corn Island.
Este artículo profundiza en este
capítulo olvidado de la historia, detallando el contexto del cuarto viaje de
Colón, su llegada a Nicaragua y, específicamente, su encuentro con las islas
que él denominó "Islas Limonares".
Contexto histórico: España y
Colón
El final del siglo XV representó
un momento crucial para la historia de España. Con la unión de los Reinos de
Castilla y Aragón en 1496, la conquista de Granada y la incorporación de las
Islas Canarias, los Reyes Católicos —Isabel I de Castilla y Fernando II de
Aragón— consolidaron un poder sin precedentes en la península ibérica.
En este contexto de expansión y
fortalecimiento, un navegante genovés llamado Cristóbal Colón se presentó ante
la corte española con una propuesta audaz: alcanzar las Indias navegando hacia
el oeste a través del océano Atlántico. La reina Isabel decidió apostar por
Colón y financiar su aventura, una decisión que cambiaría para siempre el curso
de la historia mundial.
La historia relata que Colón
realizó cuatro viajes, y fue precisamente durante el cuarto y último cuando
exploró lo que actualmente conocemos como la Costa Atlántica de Nicaragua.
El cuarto viaje de Colón:
preparativos y objetivos
El 9 de mayo de 1502, a la edad
de 51 años, Cristóbal Colón zarpó del puerto de Cádiz en lo que sería su última
expedición al Nuevo Mundo. A diferencia de sus viajes anteriores, que se habían
centrado principalmente en la exploración y el establecimiento de asentamientos
en las islas del Caribe, este cuarto viaje tenía un objetivo más específico:
encontrar un paso marítimo hacia Asia a través del continente americano.
Para esta ambiciosa empresa,
Colón contó con una flota de cuatro embarcaciones —la Capitana, Santiago
de Palos, Gallega y Vizcaína— y una tripulación de
aproximadamente 140 hombres. A pesar de sus experiencias previas, el Almirante
seguía convencido de que las tierras que había descubierto formaban parte de
Asia, y buscaba con ahínco un estrecho que le permitiera llegar a la India y a
sus codiciadas especias.
La expedición partió de España e
hizo su primera escala en las Islas Canarias, punto de aprovisionamiento
habitual para los viajes de la época. Tras aproximadamente 30 días de
navegación por el océano Atlántico, la flota alcanzó el Caribe, visitando inicialmente
algunas de las islas ya conocidas por Colón en sus viajes anteriores.
Posteriormente, la expedición se dirigió hacia el oeste, siguiendo la costa de
América Central.
El 17 de julio de 1502, Colón
desembarcó en lo que hoy es Honduras, marcando el inicio de su exploración por
Centroamérica. A partir de este punto, la flota navegó hacia el este y luego
hacia el sur, bordeando la costa caribeña centroamericana en un recorrido que
los llevaría a descubrir nuevos territorios.
La llegada a Nicaragua: Cabo
Gracias a Dios
El 12 de septiembre de 1502
constituye una fecha significativa en la historia de Nicaragua, pues marca el
primer contacto documentado entre europeos y este territorio centroamericano.
En esta jornada, Cristóbal Colón y su flota arribaron a lo que hoy conocemos
como Cabo Gracias a Dios, un accidente geográfico ubicado en el extremo noreste
de Nicaragua, en la actual frontera con Honduras.
El origen del nombre de este cabo
está envuelto en una anécdota que refleja las dificultades de la navegación en
aquella época. Según los relatos históricos, la flota de Colón enfrentó una
violenta tormenta mientras navegaba por la costa caribeña. Al doblar este
promontorio, las condiciones climáticas mejoraron súbitamente, lo que provocó
que el Almirante, aliviado, exclamara: "¡Gracias a Dios!". Esta
expresión de gratitud quedó inmortalizada como el nombre del cabo, denominación
que ha perdurado hasta nuestros días.
Tras superar la tempestad en Cabo
Gracias a Dios, Colón prosiguió su viaje hacia el sur, explorando
meticulosamente la costa caribeña nicaragüense. Las condiciones en que la
expedición navegaba por la costa de Nicaragua distaban mucho de ser ideales.
Las cuatro carabelas descendían por el litoral con sus velas destrozadas,
habiendo sido dañadas considerablemente durante las tormentas previas. La
tripulación se encontraba en un estado lamentable: hambrienta, enferma y
agotada por las penurias del viaje.
Por prudencia, Colón mantenía las
embarcaciones cerca de la costa, a no más de media legua del litoral, donde la
profundidad de aproximadamente dos brazas permitía una navegación relativamente
segura. Según relata Fernando Colón, hijo del Almirante y cronista de la
expedición, avanzaban con extrema cautela, siempre atentos a cualquier peligro
que pudiera acechar en aquellas aguas desconocidas.
Sin embargo, no todas las
descripciones de la costa nicaragüense son sombrías. El cronista y sacerdote
Pedro Mártir de Anglería ofrece una visión más clara de la región:
“En el espacio de ocho leguas,
halló tres ríos grandes de agua cristalina, en cuyas orillas se criaban cañas
más recias que el muslo de un hombre, y abundancia grande de peces y grandes
tortugas, y en varios lugares muchedumbre de cocodrilos que en la arena tomaban
el sol, abriendo grandes bocas”.
Los estudios geográficos modernos
han identificado estos tres grandes ríos mencionados por Mártir de Anglería
como el Wawa, el Kukalaya y el Prinzapolka, cauces fluviales que desembocan al
sur del Cabo Gracias a Dios y cuyos sedimentos han modificado considerablemente
la configuración de sus desembocaduras a lo largo de los siglos.
Durante su navegación por la
costa nicaragüense, la expedición vivió uno de sus episodios más trágicos.
Según el relato de Fernando Colón, el 17 de septiembre de 1502 (fecha
correspondiente al calendario juliano entonces vigente), la flota llegó a la
desembocadura de un río que parecía ofrecer condiciones favorables para
aprovisionarse de agua y leña, recursos esenciales para continuar el viaje.
Fernando describe así el fatídico
suceso:
“Como teníamos necesidad de tomar
agua y leña, el sábado 16 de septiembre, envió el Almirante los bateles a un
río, que parecía profundo y de buena entrada. Pero no fue tal para la salida,
porque habiéndose enfurecido los vientos del mar y estando ésta muy gruesa,
rompiendo contra la corriente de la boca, embistió a las barcas con tanta
violencia que zozobró una y pereció toda la gente que en ella iba. Por lo que
le llamó el Almirante río del Desastre”.
Según las descripciones de los
cronistas, este "río del Desastre" se encontraba aproximadamente a 70
leguas (unos 350 kilómetros) al sur del Cabo Gracias a Dios. Considerando que
la ruta de navegación en este sector era prácticamente rectilínea, favorecida
por la corriente y con viento en popa, esta estimación de distancia resulta
bastante fiable. En los cinco días transcurridos desde su paso por el Cabo
Gracias a Dios, las carabelas habían avanzado a un ritmo de unas 14 leguas
diarias en dirección sur.
La precisión en la fecha del
naufragio y la distancia recorrida resultan fundamentales para corregir un
error histórico ampliamente difundido, incluso entre historiadores de renombre.
Contrariamente a lo que se ha sostenido durante mucho tiempo, el río del
Desastre no corresponde al río Grande de Matagalpa, sino que, según las
investigaciones y confirmaciones del Dr. Jaime Incer Barquero —reconocido
geógrafo e historiador nicaragüense—, se trata del caudaloso río que
actualmente se conoce como Escondido.
Las Islas Limonares: el
descubrimiento de Corn Island
Tras la exploración de la costa
nicaragüense y el trágico episodio del río del Desastre, Colón decidió
desviarse ligeramente de su ruta principal para investigar dos islas que avistó
en el horizonte del mar Caribe. Este significativo acontecimiento tuvo lugar
aproximadamente el 18 de septiembre de 1502, apenas unos días después de su
llegada a Cabo Gracias a Dios.
Al desembarcar en estas islas,
Colón quedó impresionado por la abundancia de árboles frutales, particularmente
cítricos, que crecían en ellas. Esta característica natural tan distintiva le
llevó a bautizarlas como "Islas Limonares" o "Las Islas de
Limonares", nombre que quedó registrado en los documentos históricos de la
expedición. La presencia de estos árboles, posiblemente limones o especies
similares, constituyó un rasgo tan sobresaliente que el Almirante decidió que
fuera la referencia principal para denominar estos territorios insulares.
Con el transcurso de los siglos,
estas islas experimentaron una transformación en su denominación, pasando a ser
conocidas como "Corn Islands" o "Islas del Maíz" en
español. Este cambio onomástico se produjo mucho después del paso de Colón,
probablemente durante el período de influencia británica en la región, que
comenzó en el siglo XVII. El término Corn (maíz en inglés) podría hacer
referencia a los cultivos que se desarrollaron posteriormente en las islas,
cuando los colonizadores británicos establecieron plantaciones en ellas.
Historia posterior al
descubrimiento
Tras la visita de Cristóbal
Colón, las Islas Limonares cayeron en un relativo olvido para los europeos
durante más de un siglo. No fue hasta mediados del siglo XVII cuando los
ingleses comenzaron a establecer una presencia significativa en la costa caribeña
de Nicaragua, incluyendo lo que ya entonces empezaba a conocerse como Corn
Islands.
Durante los siglos XVII y XVIII,
estas islas desempeñaron un papel estratégico en la región, sirviendo como
refugio para piratas y corsarios británicos, holandeses y franceses que
operaban en el mar Caribe. Esta época de actividad pirática dejó una huella
indeleble en la historia y el folclore de las islas, con historias de tesoros
escondidos que perduran hasta nuestros días.
Posteriormente, con la
disminución de la piratería, los británicos establecieron asentamientos más
permanentes y desarrollaron plantaciones en las islas. Para trabajar en estas
explotaciones agrícolas, trajeron esclavos africanos, sentando así las bases de
la actual composición étnica afrocaribeña que caracteriza a la población
isleña. Un hito fundamental en la historia de Corn Island fue la proclamación
de la emancipación de la esclavitud en 1841, acontecimiento que se sigue
conmemorando anualmente como parte esencial de la identidad cultural de sus
habitantes.
Las islas permanecieron bajo
influencia británica hasta finales del siglo XIX, cuando finalmente pasaron a
formar parte integral del territorio nicaragüense.
Conclusión
La visita de Cristóbal Colón a
las costas de Nicaragua y a las Islas Limonares representa mucho más que una
simple anécdota histórica. Este acontecimiento constituye el primer contacto
documentado entre europeos y esta región del Caribe, marcando el inicio de la
historia colonial de Nicaragua y su inclusión en los mapas y registros
europeos.
Aunque Colón no estableció
asentamientos permanentes durante su breve estancia en la región, su
exploración abrió el camino para futuras expediciones españolas que, con el
tiempo, conducirían a la colonización del territorio nicaragüense y a la
transformación cultural, social y económica de toda la región centroamericana.
La visita de Cristóbal Colón a
las actuales Corn Islands en septiembre de 1502 constituye un episodio sin
precedentes, pero insuficientemente conocido de la historia americana. Durante
su cuarto y último viaje, el Almirante no solo descubrió estas islas paradisíacas,
sino que también les otorgó su primera denominación europea: Islas Limonares,
nombre inspirado en la abundancia de cítricos que observó durante su
exploración.
Aunque esta denominación original
no perduró en el tiempo, siendo sustituida siglos después por el actual
"Corn Islands" o "Islas del Maíz", el legado de Colón
permanece como el primer europeo en documentar la existencia de estas joyas
caribeñas que hoy forman parte integral del patrimonio histórico y cultural de
Nicaragua.
Este episodio nos recuerda que la
historia de América está llena de conexiones sorprendentes y acontecimientos
poco conocidos que merecen ser rescatados del olvido. La relación entre
Cristóbal Colón y Corn Island es uno de esos vínculos históricos que enriquecen
nuestra comprensión del pasado y nos ayudan a apreciar la compleja trama de
eventos que han configurado el mundo que habitamos.

Muy bueno Carlos ,contiene varias aclaraciones históricas necesarias
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